Columna - Hijos y nietos del exilio


A Elvira

( Noviembre del 2006)

Esta semana nació Alexis. No fue en un hospital de la patria de su abuela y de su madre, sino en un país lejano hasta donde la primera había ido hace más de quince años, buscando trabajo. Con un título universitario logrado con el sacrificio de sus padres, ella se cansó de repartir curriculos aquí y allá; entonces optó por preparar valijas, dejar a sus dos pequeñas hijas y a su esposo y buscar mejores horizontes.

Con el tiempo pudo pagar los pasajes de su familia, y comenzó allá, en el país del norte, otra odisea: la de trabajar siendo ilegales, la de pelear día a día por conseguir el inalcansable "Green card" y continuar aferrada a la esperanza de que las cosas mejorarían con el tiempo. ¿Llegó a trabajar en su profesión?, nunca.

La hoy joven abuela intercaló la tarea de cuidar ancianas y niños, con la limpieza de casas y hasta de chofer. Pasaron los años, pero no los sueños , y a la par que fue criando a sus hijas, llegaron otros dos niños nacidos en suelo extranjero, mientras continuaban anhelando poder volver alguna vez de vacaciones... Pero saben que eso es imposible si no consiguen los papeles: si salen, ya no podrán volver a entrar. No caberían en estas líneas los sacrificios que realizó durante todos estos años para criar a sus hijos, todos los turnos dobles realizados, las largas horas sobre las carreteras, todos los sueños que debió recoger del suelo, hecho añicos y sus intentos por volverlos a recomponerlos.

Ahora la vida le ha regalado una nieta extranjera, un pequeño milagro nacido en la ilegalidad, de dos padres jóvenes que pueden acceder a la salud y a la educación pero no a su papeles en regla. Y la abuela sueña con que la niña haya nacido no sólo con el pan bajo el brazo, sino que su llegada obre el milagro de habilitar una panadería que les represente a ella y a su esposo dejar changas y sacrificios de nunca acabar. De esa manera podrían tener una vida mejor que les restañe las heridas y les ayude a encontrar por fin la estabilidad económico que no hallaron en su patria ni en el país donde se refugiaron.

Alexis duerme en su cuna, ignorando que ella es una nieta más del exilio, hermanada con aquellos niños que nacen no sólo en Estados Unidos, sino en España, Argentina, Italia, Bolivia, Francia... y en todos los paises donde nuestros compatriotas huyen buscando una vida mejor y donde finalmente terminan germinando, como las semillas que lleva el viento.

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