Columna - Algo les falta en sus casas.



Mientras mis compañeros de sección buscaban un martillo para poder partir la chipa que les traje, miraba desolada las imágenes de las estampas actuales de lo que es Semana Santa para algunos jóvenes: alcohol, joda, desenfreno y violencia.
Entonces, una vez más me sentí feliz de haber gastado un dineral en los ingredientes para hacer nuestras tradicionales comidas y compartir el momento con mis hijos. Comentàbamos con mi esposo, que en realidad sale mucho más barato comprar una chipa de hecha por manos expertas y comerlas sin apeligrar los dientes, pero nada nos roba el sabor especial que tienen estas amasadas en familia, en medio de bromas y alegría. Nada nos quitará jamás el recuerdo de aquellas que se quemaron porque el tatakuá estaba demasiado caliente o esas otras que parecían asustadas de tan amarillas que salieron.
Vuelvo a mirar las fotos de esas chicas en Villa Florida, algunas de la edad de mis hijas mayores y me pregunto por qué no están con su familia, en sus casas o de visita en el campo, junto a sus parientes. Qué hacen mostrando sin pudor su cuerpo, qué hacen bebiendo de la botella esa bebidas que sólo las va a hacer sentirse confundidas y solas?. Y a qué juegan esos muchachos que queman sus energías con la velocidad, que se bajan los pantalones en público, que se pelean por cualquier motivo, que se gastan la vida en pavadas?
Supongo que se sienten solos, que sus padres no les crean un ambiente acogedor en sus casas o simplemente no están, porque quizás viajaron lejos buscando mejores oportunidades. Muchos de ellos tal vez provengan de hogares devastados o donde el ambiente no es el más propicio, de lo contrario no se explica que prefieran tirar por la ventana unas horas que podrían ser utilizadas junto a las personas cercanas a sus afectos, en el calor de sus hogares.
Quizás sueno algo ridídula o anticuada, pero me gusta tener a mis polluelos bajo mis alas, compartiendo las cosas tradicionales y cotidianas, y alejarlos el mayor tiempo posible de las cosas vanas y peligrosas. Creo que las familias debieran preservar ciertas costumbres y ciertos valores que ayuden a los hijos a crecer amados y contenidos, para que no se vayan por el mundo buscando nuevas sensaciones en cosas que no los van a destruir en vez de ayudarlos a crecer, en todo sentido.

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