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Mostrando entradas de septiembre, 2020

Los libros: esos seres mágicos que otorgan felicidad y compañía

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  Tenía 10 años cuando descubrí que podía soñar y ser feliz con un pequeño   libro lleno de palabras, en las manos. El antecedente inmediato fue un año antes, en tercer grado, en mi escuela   “Rutherford B. Hayes” de Villa Hayes, cuando me fasciné con un relato sobre los lapachos y un poema que decía “Enriquito mío/carita simpática/ojitos de cielo/ya vas a la escuela/pronto dirás: mamita, mamita/ya aprendí a leer…”. Ambos textos estaban en mi manual escolar que tenía una sección muy breve con un anexo de diccionario.   Cada tarde cuando estudiábamos con mi primo Nenito, siempre abría el diccionario en la página B, sin querer, y leía en voz alta, Brisa: airecillo suave. Un día, ya harto, me dijo que por favor abriera en otra letra porque estaba cansado de escuchar… y me remedó con mi vocesita de niña. Tiempo después dejé de molestarlo con mi lectura, porque en pleno año escolar me mudé a la Argentina. Repetí el tercer grado y conocí a mi profesora Alicia, quien el primer mié

Relatos sueltos - "Las pinzas de ropa"

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                                                   Las pinzas de ropa     Me miro al espejo y veo que las vuelvo a necesitar. La nariz levemente respingada ha vuelto a “añatarse”, como en los viejos tiempos.   Traumada con la forma de   mi nariz, peor aún con los cariñosos apodos de “ñatita” o “nido de Chiripepé ( una especia de pájaro)”; el primero, de boca de mis ancianas vecinas de Buenos Aires y el   segundo, dicho con maldad por   mi primo Arcadio,   a los   diez   años tomé la resolución de arreglar ese problema.   ¿Cómo? Con una sencilla y dolorosa manera: me pinzaba a la nariz con pinzas para ropa, de madera dura y alambre resistente. Como apretaban mucho, lo hacía por intervalos hasta el límite donde podía respirar, mientras tendía la ropa lavada en la azotea de nuestra vivienda colonial,   en San Telmo.   Las pinzas que compraba mi madre eran frágiles, pero las que utilizaba mi vecina   española doña Dominga , eran fuertes, hechas de madera maciza   y pint

Presentación del libro "La caja de cedro" de la escritora argentina Laila Daitter, junto a Lourdes Talavera, en la 16°Libroferia Encarnación 2020.

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      La caja de cedro: Poesía en prosa               Un pañuelo amarillento y un puñado de tierra, guardados en una caja de cedro que ha viajado miles de kilómetros, revelan la historia de un hombre y una mujer que se amaron y soñaron un futuro mejor para sus hijos, lejos de la guerra. Ella se marchitó a destiempo, junto a los niños. El resurgió del dolor, en otro país donde fue a buscar esperanza para su familia. Largo tiempo después trató de sanar sus heridas, edificando otra vida, con trabajo y amor. Michel pasó a llamarse Miguel y aprendió a amar a la Argentina como quiso a su Líbano lejano Muchos años después, una de sus nietas, Laila, pone en palabras la historia del abuelo inmigrante. Siente sus penurias, su desolación y su inmenso deseo de vencer a la desesperanza. Laila corporizó las cartas, la historia de un hombre que es la historia de millones de hombres y mujeres que llegaron a América para iniciar otra vida. La caja de cedro es una obra donde se unen la bel