Los libros: esos seres mágicos que otorgan felicidad y compañía



 

Tenía 10 años cuando descubrí que podía soñar y ser feliz con un pequeño  libro lleno de palabras, en las manos. El antecedente inmediato fue un año antes, en tercer grado, en mi escuela  “Rutherford B. Hayes” de Villa Hayes, cuando me fasciné con un relato sobre los lapachos y un poema que decía “Enriquito mío/carita simpática/ojitos de cielo/ya vas a la escuela/pronto dirás: mamita, mamita/ya aprendí a leer…”. Ambos textos estaban en mi manual escolar que tenía una sección muy breve con un anexo de diccionario.

 

Cada tarde cuando estudiábamos con mi primo Nenito, siempre abría el diccionario en la página B, sin querer, y leía en voz alta, Brisa: airecillo suave. Un día, ya harto, me dijo que por favor abriera en otra letra porque estaba cansado de escuchar… y me remedó con mi vocesita de niña. Tiempo después dejé de molestarlo con mi lectura, porque en pleno año escolar me mudé a la Argentina.

Repetí el tercer grado y conocí a mi profesora Alicia, quien el primer miércoles pidió una composición con tema libre. Escribí un texto imaginario que me valió elogios y una visita a la dirección en el receso para que todos los profesores me conocieran, porque según mi maestra era un promesa de escritora, encima recién llegada de un recóndito lugar de Paraguay, donde según algunas compañeritas, yo era una princesa indígena.

Luego, los demás miércoles fueron verdaderos desafíos para mí. Un día, escribí un poemita a mi pollito que se quedó en Villa Hayes; eran tres estrofitas para recordarlo porque lo extrañaba. Es que era chica y estaba triste,  y aprendí a expresar mis sentimientos con esa nueva herramienta que acababa de descubrir: la escritura.

Luego llegaron los libros a mi vida: Emilio Salgari con “Sandokán”, Luisa May Alcott con “Mujercitas”, “Hombrecitos” y “Una guirnalda de flores” Edmundo de Amicis y “Corazón”, María Granata y “El ángel que perdió un ala”, José Mauro de Vasconcellos y “Mi planta de naranja lima”, “Chico Carlo” de Juana de Ibarbouru, los cuentos de Horacio Quiroga, “Mi Cristo roto” del padre Ramón Cué, los poemas de Antonio Machado, Federico Garía Lorca, Amado Nervo, Pablo Neruda, Alfonsina Storni, Julia Prilutzky Farni, Gabriela Mistral, Baldomero Fernández Moreno y sus “70 balcones”, etc.

Hubo una época en que leía todo lo que caía en mis manos, desde los cuentos de Poldy Bird en las revistas femeninas, y también sus libros: “Cuentos para leer sin rimmel”, “Cuentos para Verónica”, etc., hasta las tiras que aparecían en la revista Dartagnan. Allí encontré las primeras creaciones de Robin Wood y algunas historias de Salgari, además de aquella inolvidable fotonovela “Noches de Taormina”, que inició mi fascinación por ese nombre y esa ciudad italiana.

Después de Alicia, mis maestras de cuarto y quinto grado (Martha y Pina)  continuaron incentivando mi escritura y la lectura. Hasta tenía el atrevimiento de escribir supuestos poemas a los próceres argentinos San Martín, Sarmiento, Belgrano… y los leía en las veladas escolares. Cuando en el sexto grado Marta Rodríguez de Díaz llegó a mi encuentro, descubrí que leer y escribir era lo mejor del universo, porque me ayudaba a ser feliz y a escapar de la melancolía y la soledad.

Ella fue mi mentora, mi inspiración, mi aliciente constante y mi ternura diaria durante dos años, porque a insistencia del curso, la dirección permitió que fuera nuestra maestra también en el 7mo grado. Ella me guió en la lectura de las mejores obras literarias, pulió mi escritura y se le ocurrió que  podía publicar mi primer libro a los 14 años, y tomó mis originales para llevarlos a una editorial. Pero tiempo después yo volvía a Paraguay, y las cosas esperaron su madurez y su tiempo, como debe ser. Dejé de escribir “poemones” y me metí de lleno en la narrativa breve.

Ahora, cuando me preparo para ir la 20ª Libroferia Asunción, para tener un encuentro con jóvenes lectores, me vienen a la memoria estos recuerdos y los comparto con ustedes y sus hijos, para que vean lo mucho y lo bueno que hicieron los libros en mi vida.

 

http://www.lanacion.com.py/articulo/166303-los-libros-esos-seres-magicos-que-otorgan-felicidad-y-compania.html

 

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