Relatos sueltos - "Las pinzas de ropa"

 

                                                 Las pinzas de ropa

 

 

Me miro al espejo y veo que las vuelvo a necesitar. La nariz levemente respingada ha vuelto a “añatarse”, como en los viejos tiempos.

 

Traumada con la forma de  mi nariz, peor aún con los cariñosos apodos de “ñatita” o “nido de Chiripepé ( una especia de pájaro)”; el primero, de boca de mis ancianas vecinas de Buenos Aires y el  segundo, dicho con maldad por  mi primo Arcadio,  a los  diez  años tomé la resolución de arreglar ese problema.

 

¿Cómo? Con una sencilla y dolorosa manera: me pinzaba a la nariz con pinzas para ropa, de madera dura y alambre resistente. Como apretaban mucho, lo hacía por intervalos hasta el límite donde podía respirar, mientras tendía la ropa lavada en la azotea de nuestra vivienda colonial,  en San Telmo.

 

Las pinzas que compraba mi madre eran frágiles, pero las que utilizaba mi vecina  española doña Dominga , eran fuertes, hechas de madera maciza  y pintadas de color verde militar.


Las tomaba prestada durante un rato, cada día, para proceder a mi cirugía de corrección, sin corte pero con dolor. ¿Dónde aprendí ese método? No lo se, supongo que se me ocurrió solita.

 

 

La operación duró unos cinco años, el tiempo que permanecimos en aquella casa, antes de volver a Paraguay.

 

 

Cuando de jovencita me halagaban con la frase “qué lindo perfil!”, sentía que valió la pena el sacrificio de atajar la respiración y la molestia para lograr una mejor imagen de mi achatada nariz.

 

Mirando hacia atrás veo que las mujeres que hoy somos madres o abuelas, recurríamos a métodos más inocentes y menos invasivos para mejorar nuestro aspecto. ¿Le hubiera venido bien una cirugía plástica a mi nariz? En aquellos tiempos no se utilizaba como ahora, además, las pinzas hicieron un interesante trabajo conmigo.

 

 


 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Biografía.

En el parque de Gaudí - novela

Poema de Gladys Carmagnola- Nostalgia