Relatos sueltos-Luisito en el Jardín de infantes


 (De "Microcuentos para soñar en colores")

                                                                                                                                        A los compañeritos de Jardín

 y  Pre-escolar 1998- 1999

 de Vanessa.

 

     Sus papis pensaron que enviándolo a un jardín de infantes, Luisito aprendería a comportarse mejor: a compartir sus cosas, a ser más obediente y que le ayudaría a utilizar bien su enorme exceso de energía. ¡Bah!, fiesta total en la cabeza del osito. No durmió en toda la noche imaginando lo mucho que "cabezudearía" en su escuela. Durante mucho tiempo soñó con ir a esa preciosa escuelita.

     Cada vez que pasaba por allí, la muralla blanca con mariposas pintadas lo atraía como un imán. Cuando llegó el gran día en que traspasó la puerta verde de hierro, tomadito de la mano de papá y mamá, sintió que su corazón galopaba como un pony.


     Por ser el primer día, llevó muchísimas cosas para merendar: manzanas, galletitas, yogur, sandwiches. Se lo comió todo solito. Durante toda la noche comentó en su casa lo bien que lo había pasado; habló de sus nuevos amiguitos, de su profe, la gatita Vilma; de la calesita, el tobogán, de las ruedas en hilera, de la... En realidad no hizo falta que contara que jugó muchísimo: la suciedad de su ropa lo delataba.


     Cada día, Luisito crecía más y más. Demasiado para un osito de cuatro años. Y cada día llevaba más cosas para merendar. Una tarde, cuando la profe anunció la hora de la merienda, Luisito sacó sobre su mesita su enorme provisión de alimentos. Cuando estaba por morder su empanada, se le acercó su compañero Fito, el osito hormiguero, quien le pidió un pedazo.

     -¿Mi empanada? -le preguntó Luisito.


     -Por favor -dijo Fito-, tengo mucha hambre y no traje nada porque mi mami no tenía dinero para mi merienda.

     -¡Qué me importa! -le contestó Luisito-. Esto es para mí solito, no te voy a convidar.

     La ardilla Anita lo miró asombrada sin entender cómo podía ser tan egoísta. Le reprochó su conducta e invitó a Fito a compartir su paquete de galletitas. Luisito continuó devorando impávido su enorme provisión.

 Días después, cuando la profe dio permiso para que los animalitos consuman sus alimentos, Luisito comprobó horrorizado que su mochila estaba vacía. ¿Dónde estaban las dos manzanas, los tres yogures, el sandwich de jamón y queso, la pera de agua, las dos bananas, dónde...? Entonces notó que su mochila tenía un enorme agujero y se dio cuenta que por allí se fueron cayendo las cosas. Se puso a llorar desconsoladamente y le pidió a Joaquín, el ciervito, que le invitara un pedazo de su alfajor.

 -Claro que no te voy a invitar, osito hambriento -le dijo-. Vos jamás le invitás a nadie.

 Luisito lloró de hambre. La profesora le dio su sandwich, pero aquello no era suficiente para él. Fue entonces que Anita se acercó a su sillita y le ofreció su yogur y le pidió a todos los compañeritos que le dieran algo, para que Luisito aprendiera a compartir y a valorar a sus amiguitos. Todos le hicieron caso a la ardillita.

 De vuelta a su casa, Luisito le contó a su mamá lo sucedido. Al día siguiente, el osito llegó al Jardín de Infantes Mariposita sin merienda. Esto les llamó la atención a todos sus compañeritos. Sin embargo, a la hora de merendar, llegaron los padres de Luisito con paquetes de golosinas, galletitas y jugos para todos.

 Juntaron todas las mesitas del aula y formaron una gran mesa. Allí pusieron todas las meriendas y los alimentos traídos por mamá y papá oso. ¿Qué festejaron? La hermosa amistad de todos los compañeritos de ese jardín de infantes.

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