Relatos sueltos- "Gorriones en la ventana" De “Upe Kunu'ū” - Relatos de amor maduro (Fausto Ediciones )


Se balancea durante largo rato sobre el cable que cuelga al otro
lado de la ventana. Es pequeño y liviano, lo que hace más fácil
el vaivén. Es agosto, vuelven los gorriones y empiezan a brotar
los pequeñísimos mangos en el enorme árbol que crece en el
patio del vecino. Hace pocos días, estaba lleno de flores amarronadas,
ahora salen las primeras frutas en las varas largas.
Ya vuelven los gorriones y te extraño. Ayer fue tu cumpleaños y
ya no estás para enviarte un saludo a través de las redes sociales
o por lo menos utilizando al viento como correo. ¿Cuántos
años cumplirías? Cincuenta y tres?, si, cincuenta y tres porque
yo tengo cincuenta y cinco y eras dos años menor que yo.
Tenía 21 años y vos diecinueve cuando nos conocimos en aquel
examen de ingreso en la facultad.
Te pregunté sobre un tema
que no tenía claro y de muy mala manera respondiste que tenía
que haber estudiado. Te odié. Pendejo maleducado! Pensé para
mis adentros.
Usabas los cabellos largos y ensortijados y una remera amarilla,
lo recuerdo perfectamente. Te volví a ver en el examen de historia. Y luego el primer día de clase. Ya no eras el niño de
cabellos enrulados y tenida casual. Te habías cortado el pelo y
llevabas puesto pantalón oscuro, camisa blanca y corbata. Yo
tampoco estaba vestida de jeans y remera, sino de uniforme
clásico de secretaria.

¿Cuándo comencé a fijarme en vos? Quizás aquella primera
vez que me cediste la silla, porque como siempre llegaba tarde
debido a mi horario de salida laboral, me quedaba sin lugar.
Luego empezamos a saludarnos y ya me guardabas una silla,
todos los días. Una noche caminamos juntos por el largo pasillo
desde el edificio hasta el portón de entrada, y luego subimos
al mismo colectivo y nos sentamos en el último asiento, pegados
tu pierna con la mía.
Allí surgieron las primeras sensaciones que dió paso a un hermoso
amor, a pesar de lo mucho que me preocupaba que fuera
mayor que vos. Crecimos juntos en todos los sentidos, exploramos
la vida, saboreamos los besos más intensos y dulces, fuimos
felices y nos complementamos a la perfección.
Pero a veces, tanta felicidad vivida en pocos años, agotan el
aljibe de afecto y terminamos yendo por caminos diferentes.
Pero años después estuviste a mi lado cuando te necesité, y creo
también haberte ayudado en aquel difícil momento de tu vida,
cuando la mujer con la que te casaste, te dejó por otro a los
meses de entrar contigo a la iglesia para jurarte amor eterno.

El amor se acabó pero quedó una cariño muy lindo que nos
mantuvo unidos durante mucho tiempo, nos saludábamos en nuestros cumpleaños, navidad... hasta recuerdo que me escribiste
un correo electrónico para saludarme por el día de la madre;
y en otra ocasión me pusiste un hermoso mensaje en mi
muro del Facebook, admirado de que haya crecido tanto en mi
profesión.
Para mí, a pesar de estar enamorada de otra persona, continuaste
siendo el chico dulce con un pequeño hoyuelo al costado
de tus labios, y te guardé en un lugar secreto de mi corazón.
Ayer supe que te marchaste. Hace años que me digo que debo
sacarte de mi vida, que no podemos continuar dándole manija
a un amor que ya no es, porque entre mensajes y mensajes,
siempre hay alguna onda, que nunca pasó a mayores porque
no te seguí la corriente.
Fue un accidente me contaron. Tan joven, tan apuesto aún, con
hijos que te necesitan.
El gorrión volvió a hamacarse, pero esta vez vino con compañía.
Son dos y parecen felices de estar juntos. Hay un viento
raro y el sol está alto, y en la radio suena una canción que te recuerda.

Adiós amor de juventud, adiós amor de aquellas tardes
en la plaza, en un asiento del colectivo, en un rincón de mi sala,
en un rincón perenne de mi corazón.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Biografía.

En el parque de Gaudí - novela