Opiniòn - Empiezo a perder amigos




Publicado en el diario La Naciòn,
 el 5-07-2012


Dibujo: Nelson Marìn

Al empezar el mes de la amistad, mis amigos suelen enviarme desde    diferentes puntos del mundo, donde han hecho su nido, mensajes de cariño, dibujos de corazones o globos de colores surcando los cielos. Los que se quedaron en Paraguay a apechugar las tormentas también suelen mensajear diciendo: ¿cuándo vamos a celebrar nuestro día ami? 


Pero este julio se viene atípico, en vez de aumentar mi cosecha afectuosa, a medida que transcurren los días, disminuye peligrosamente. ¿Seré yo la culpable, Maestro?, me digo, parafraseando a Judas. 
 
Debo reconocerlo con una mano en el pecho: estoy empezando a perder amigos... y espero no perder lectores luego de este comentario. En verdad, empecé a escribir sobre la feria del libro que finaliza hoy, y sobre la maravillosa experiencia de un encuentro con pequeños y divinos lectores. Pero me puede esta situación que vive el país, y como soy humana y utilizo la escritura para exorcizar mis demonios, me dejo llevar por la corriente. 
 
Léase: yo también quiero hablar de esto, en voz alta, y no ser censurada ni lapidada. Y lo más importante, ya no quiero perder amigos por pensar diferente a los que creía mis amigos. 
 
Pero esta es la triste realidad, mi todavía amig@ lector@. El país está dividido por la cuestión política, o subdividido, como me dijo un compañero de trabajo. Por un lado los que defienden a Lugo/el no quiebre de la democracia/la instucionalidad/etc., o como sea que lo denominen. Y por otro, los que si bien reconocen que el Parlamento no le dio tiempo al ex presidente para que se defienda, sin embargo, aprueban el resultado final: o sea, el adiós a un mandatario que ya no mandaba como prometió que lo haría; y  que desaprovechó la ocasión para tener un gobierno que lo haría pasar a la historia como al iluminado que sacó al país del desierto, el depositario fiel del mismo Dios. Pero se convirtió en un depositario infiel, casi como el título del poemario de mi gran y querida amiga Gladys Carmagnola, que me banca ser diferente a ella en varios aspectos. 
 
Don Fernando defraudó como pastor, como gobernante y como ser humano, humillando a las madres de sus hijos, y lo que es más grave, a sus niños (quien lastima a un niño no merece ni siquiera lástima). No ahondaré en detalles técnicos, porque la política no es lo mío, ya se habrán dado cuenta. Y precisamente por esta sencilla y valedera razón no suelo opinar en este ámbito;  y en segundo lugar porque las pocas veces que lo hice, terminé molesta y “molestadora” con alguna persona querida, a causa de mi forma de ver el mbaipy (polenta/sopa de maíz). Puedo tener o no la razón, pero es mi forma de pensar, y asì como yo respeto a quienes piensan diferente y lo dicen, espero lo mínimo de los demás. Me encanta disentir, discutir sanamente, poner los puntos sobre las íes, acalorarme por un tema sabroso... pero sin ofender, sin rebajar al otro, sin humillar.
 
Sin embargo, este ambiente tormentoso nos ha vuelto intolerantes, irritantes y  otros “tantes” que nos convierten en seres casi irracionales capaces de arrancarnos los peluquines y extensiones a causa de pensar diferente. Hasta las personas más cultas, las más preparadas intelectualmente están en alerta para gritar una ofensa. En vez de remar juntos, estamos atacándonos en medio del vendaval. 
 
Está enrarecido el ambiente, y me dicen mis amigos, aquellos que los siguen siendo a pesar de ser de Olimpia y yo, una cerrista de corazón, que a ellos les pasa lo mismo con sus conocidos, amistades y parientes.

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