Los libros: esos seres mágicos que otorgan felicidad y compañía

Tenía 10 años cuando descubrí que podía soñar y ser feliz con un pequeño libro lleno de palabras, en las manos. El antecedente inmediato fue un año antes, en tercer grado, en mi escuela “Rutherford B. Hayes” de Villa Hayes, cuando me fasciné con un relato sobre los lapachos y un poema que decía “Enriquito mío/carita simpática/ojitos de cielo/ya vas a la escuela/pronto dirás: mamita, mamita/ya aprendí a leer…”. Ambos textos estaban en mi manual escolar que tenía una sección muy breve con un anexo de diccionario. Cada tarde cuando estudiábamos con mi primo Nenito, siempre abría el diccionario en la página B, sin querer, y leía en voz alta, Brisa: airecillo suave. Un día, ya harto, me dijo que por favor abriera en otra letra porque estaba cansado de escuchar… y me remedó con mi vocesita de niña. Tiempo después dejé de molestarlo con mi lectura, porque en pleno año escolar me mudé a la Argentina. Repetí el tercer grado y conocí a mi profesora Alicia, ...