“En el parque de Gaudí”, de Milia Gayoso Manzur
olgadios@gmail.com
Uno está tan acostumbrado
a leer este tipo de noticias en la sección de policiales del diario,
que a veces hasta ya va perdiendo la sensibilidad, diciendo un
“pobrecita”, y pasando a la página deportiva. Hace unos años
recuerdo una campaña en el Aeropuerto de Asunción, posters que
alertaban sobre los peligros de las redes de trata de personas. Algo
así como “si vas a viajar, tené en cuenta estas cosas”, y me
imagino si alguna pobre chica habrá leído ese poster, con la valija
a punto de despachar, el pasaporte (aún) en mano, el ticket de
embarque listo y dicho “ah, no, mejor me quedo”. Los traficantes
de carne femenina lucran con la ignorancia, pero sobre todo con el
hambre y la desesperación.
Por eso me pareció
importante lo que cuenta MIlia Gayoso Manzur en su novela “En el
parque de Gaudí”. Le da voz, primero a una mujer, luego a muchas
más, te obliga a confrontar la realidad de que esas “pobrecitas”
que cayeron en una red de trata son mujeres con vida propia, con una
historia detrás, con una familia que depende de ellas. Te saca de
las estadísticas o del mero suceso, y te cuenta una historia humana.
La de Sara es la historia
de una chica demasiado joven, que nunca salió de Choré y,
convencida por una vecina que vuelve “triunfante” al pueblo, que
le ofrece trabajar con ella en España, mediante engaños y medias
verdades, se toma un ómnibus y pisa Asunción por primera vez, un
pie en la terminal y de ahí al aeropuerto. A un viaje de ida al
infierno. Al llegar a Barcelona, le requisan el pasaporte y le
informan que vive en un prostíbulo, que su trabajo es ser prostituta
y no mesera, que tiene que pagar los gastos de su pasaje y una cuenta
que no hace otra cosa que crecer cada día más, y que, básicamente,
su vida ahora se reduce a eso: hacer lo que le digan, con la
esperanza de algún día ser libre. De que algún día esa deuda esté
saldada y ella recupere los despojos de vida que le dejaron. De que
un cliente se convierta en su literal príncipe azul y la rescate.
En el burdel hay chicas de
toda Latinoamérica, con diferentes historias y motivaciones. Ninguna
te da menos pena ni rabia, ni la inocente engañada ni la que
conscientemente puso el pie en el abismo: todas son esclavas, lo eran
primero del hambre y la precariedad, y ahora de la codicia y la
crueldad de quien se cree con derecho a decidir sobre la vida y el
cuerpo de los demás. Porque sí, porque puede.
Milia recibió esta
historia por internet, cuando la Sara de carne y hueso la contactó
para contarle su vida. Dentro del horror tuvo suerte, una suerte que
le tocará a una en un millón y alguien se apiadó de ella. O se
enamoró. Alguien tuvo la capacidad de verla como la mujer que seguía
siendo debajo de esa prostituta. El final es abierto; pero nos deja
con una pequeña dosis de esperanza que esa chica sea la excepción a
la regla, que la vida le de una chance de recuperarse a sí misma, de
volver a soñar.
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