Relatos sueltos - Una lágrima de Dios


De "Micro-relatos para Julietta"

La tierra se llena de estrías largas que serpentean por entre otras miles de huellas alargadas. Más allá un cráneo, con un par de cuernos, brilla bajo el sol quemante, los caranday se cubren la rugosa piel con apenas un penacho de hojas amarillentas, al final de su enhiesta figura.

A los lejos, una mujer camina con niños a su lado y un gran recipiente de lata sobre la cabeza. Ella mira la lejanía, con los ojos cansados de ver siempre lo mismo. Los niños miran las nubes, enormes copos de algodón, suspendidos en el limpio cielo de mediatarde.

Va a llover, sentí una gota, mamá. Dice, el que va caminado rezagado. No es una gota de lluvia mi hijo, sólo es una lágrima de Dios porque no puede mandarnos un poco de agua, todavía.

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