De remansos y torbellinos
De remansos y torbellinos (a mi madre) Ella aprendió a confeccionar vestidos, haciéndole ropas a mis muñecas. Era una adolescente bonita que fue madre antes de terminar de crecer, envuelta en una historia de amor juvenil parecida a la de Romeo y Julieta, tambièn con final triste aunque en otra dimensión, y en dos rincones del Chaco paraguayo: Rojas Silva y Villa Hayes. La recuerdo haciendo prendas idénticas para las dos, en especial un conjunto de pantalón y chaquetita en corderoy bordò, o mi querida capita con caperuza, de color azul y poniéndole un lazo de seda a aquel lindo sombrerito rosado de rafia, comprado en Asunción, para su niña de seis años con conjuntivitis. Mientras abuela Alejandra nos criaba a ambas, ella soñaba para mí aquellas cosas que no pudo alcanzar para sí misma, y se encargaba de que el fotógrafo ambulante eternizara mi imagen junto a aquella heladera Gelomatic a kerosene que se sentía satisfecha de haber comprado, o con un par de pistolas vacía...